25 jul 2012

Gallardón debería pasar una temporada escuchando a los padres de un centro de atención temprana

“La malformación del feto no será razón para abortar”, ha dicho Gallardón. El ministro opina que hay que dar el mismo nivel de protección a un feto sin minusvalías que a uno que presente algún tipo de anomalía. Me gustaría haber escrito antes ésto, pero llevo cuatro días pegándome con la fiebre. Espero que sepáis disculparme la tardanza.

Creo que cuando eres madre, la visión que tienes del aborto cambia. Al menos para muchas madres. No es lo mismo plantearte un aborto cuando tienes 25 años y vives para ti misma que con diez años más y uno o dos hijos.

En mi caso, y en el de otras mujeres con las que he hablado, puede que racionalmente conserves idénticas ideas, pero algo ha cambiado rádicalmente, has gestado un niño y los sentimientos, las sensaciones que te evoca el aborto ya no son los mismos.

Pero hay algo más que te hace cambiar tu postura sobre el aborto: tener un hijo con una discapacidad.

Mi hijo, mi pequeño gran amor, mi niño dorado tiene autismo. ¿Habría abortado de saber que tenía autismo al estar embarazada de pocas semanas? Me resulta muy doloroso pensarlo, ya que ahora es mi luz y mi vida y haría lo que fuera por él. Lo haré hasta el último día que pise esta tierra. Pero siendo sincera, sí, lo hubiera hecho.

En realidad el autismo, como muchos problemas, no dan la cara hasta bastante después del nacimiento, así que es una hipótesis ficticia. Pero si me quedara de nuevo embarazada y me dijeran que mi nuevo hijo es portador de algún síndrome o malformación grave, sin duda lo haría. Lo haría con conocimiento de causa, sabiendo lo que es estar al otro lado de la barrera. Y lo haría llorando por ese hijo y llevando a cuestas mi decisión toda la vida, nunca una decisión así sale gratis como bien ilustra mi compañero Eneko este post.

Podéis acusarme de insensibilidad, de eugenesia, de lo que queráis… simplemente estoy siendo sincera y creo que los que opinan como yo merecen tanto respeto como los que deciden en esa situación seguir adelante.

Nosotros, sus futuros padres, somos los que tenemos que poder decidir, ya que somos nosotros los que tendremos que afrontar sus crisis, sus problemas para integrarse en esta sociedad tan poco integradora, los gastos que suponen sus terapias y cuidados, su sufrimiento si no sabemos encarar bien las cosas, en algunos casos su dolor físico, las incertidumbres sobre su futuro cuando nosotros faltemos, el peso que eso puede acarrear a sus hermanos o al resto de la familia, en muchos casos la foto de familia rota.

Pero es que ya no es solo tu hijo lo que te hace ver el aborto de manera diferente. Cuando tienes un hijo con discapacidad es frecuente que tengas que pasar muchas horas en la sala de espera de un Centro de Atención Temprana (un centro de financiación pública en el que psicólogos, logopedas y fisioterapeutas estimulan a niños de entre 0 y 6 años) o en su equivalente hospitalario o privado.

En esas salas de espera conoces a padres cuyos niños tienen todo tipo de problemáticas: niños con diferentes grados de parálisis cerebral o Down, con síndromes degenerativos como el Rhett o altamente discapacitantes como el X Frágil o el del maullido de gato, niños a fin de cuentas merecedores de ser felices y tener vidas razonablemente plenas, todos potencialmente capaces de tenerlas si sus padres se esfuerzan cada día de su vida.

Pero también conoces familias con muchas problemáticas. No todas las familias se vuelcan con los niños, no todas tienen medios o ganas de destinarlos al niño, no todas son capaces de entender que tienen entre sus manos y para siempre la responsabilidad de una persona dependiente para toda la vida. Hay familias desestructuradas o que se desestructuran a consecuencia de ese niño, hay familias con sus propios e importantes hándicaps. Y los que sufren las consecuencias son los niños. No nos engañemos, la Administración aún no es capaz de dar buenas respuestas.

¿Recordáis a la cuidadora que mató mientras dormían a tres niños discapacitados? Esos niños estaban gravemente afectados y no eran atendidos por sus familias, sino por la ONG Mensajeros de la Paz.

Tras tener un hijo con una discapacidad, tras pasar por esas salas de espera, muchos padres se reafirman a favor o se colocan en contra del aborto. Otros en cambio ven más claro que nunca que abortarían. Ambos tienen derecho a decidir.

Ambos, sí, pero Gallardón no. Ni siquiera aunque se pasara un año, dos horas diarias, dos días por semana sentado en la sala de espera de atención temprana. Pero, desde luego, no le vendría nada mal.

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